El amor es ciego, y ciegos deja a la pareja, a los novios, a los cónyuges… que consideran acto de amor donar o poner a nombre de su compañero o compañera bienes propios (sobre todo bienes inmuebles), más allá de los regalos habituales (joyas, anillos, etc.) o que también creen que es contrario al respeto y afecto hacia el otro u otra regular en unos pactos, sean prematrimoniales, sean en previsión de ruptura o sean en capitulaciones matrimoniales, los efectos económicos de su relación afectiva.
Es el error más importante y grave que se comete por la pareja al casarse o iniciar una relación afectiva con intención de permanencia. Luego no hay remedio, y da igual que la pareja haya ido bien, terminando por el fallecimiento de uno, o si ha ido mal, finalizando por ruptura de la pareja o matrimonio. En ambos supuestos hay consecuencias que, pudiendo haber sido evitadas, de ninguna manera van a tener una solución satisfactoria para aquél miembro de la pareja que hizo común (aportó) lo que era suyo sólo o que regaló (donó ) algo de mucho valor y ahora se arrepiente porque no hubo gratitud por parte del beneficiado.
Ya he hecho otros post indicando la importancia de acudir a un abogado y regular las relaciones económicas de los esposos o de la pareja. Que eso no significa falta de amor, ni desconfianza, pues esos acuerdos solucionan problemas que de otra forma surgen y no se pueden solucionar satisfactoriamente. Y son pactos que no sólo limitan o anulan la avaricia que pueda surgir si llega la crisis familiar, también son pactos que protegen al miembro de la pareja o matrimonio supérstite, esto es, al que sobrevive al otro y que, si no existen estos pactos, puede verse en una situación económica de penuria según los parientes que queden al morir su pareja o cónyuge.
Eviten estas situaciones y destierren de su mente que amor y dinero son un binomio intocable al marchitarse el primero si se toca el segundo.